Quisimos inaugurar esta nueva sección –destinada a temas de arquitectura, urbanismo y paisajismo– con un homenaje a este gran arquitecto que falleció hace pocos meses y que dejó un tremendo legado.
Miguel Eyquem fue un hombre holístico, que entendió el momento histórico de la arquitectura chilena y la trascendencia que esta tendría para nuestro país y el mundo. Comienza estudiando ingeniería en la Universidad de Chile y luego se cambia a arquitectura en la Universidad Católica de Santiago, donde como estudiante será apadrinado por Alberto Cruz Covarrubias, quien le enseñará arquitectura en forma paralela a la universidad. Se titula en 1950 y de manera instantánea, por su vínculo con Alberto Cruz, formará parte del grupo de profesores que refundarán la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso en 1952, bajo el nombre de “Instituto de Arquitectura”. Entre los profesores cabe mencionar a: Jaime Bellalta, Francisco Méndez, Arturo Baeza, José Vial, Fabio Cruz, Claudio Girola y su rol como escultor, y el poeta Godofredo Iommi.
Paralelamente, Eyquem estudiará para ser piloto aeronáutico en el Club Universitario de Aviación, aprendiendo en aviones de la Fuerza Aérea de Chile, especializándose posteriormente en el vuelo de planeadores o como él lo llamaba: “Navegar a vela en el aire”. Lo anterior le permitió conocer y tener una visión crítica y espacial de nuestro paisaje y su cordillera como conformador del territorio. Fue tanta su pasión por la aviación que diseñó muchos planeadores, exponiendo posteriormente su trabajo en el Museo Nacional de Bellas Artes.
En 1969 cofunda la Ciudad Abierta de Ritoque. Este hecho marcará la hoja de ruta de un pensamiento crítico-educativo único y vanguardista en el mundo: educar a partir de la palabra, la poesía y el hacer. Como cita Juan Baixas en el libro “El proyecto de la obra: de la gravedad a la levedad”, de ediciones ARQ de 2016, “Ciudad Abierta es la creación de un lugar en que vida, trabajo y estudio se dan a la luz de la poesía y en que, por lo tanto, la arquitectura y los demás oficios aparecen en su verdadera dimensión”. No deja de ser interesante la coincidencia histórica del año 1969 de su cofundación de Ciudad Abierta por parte de Eyquem con el primer vuelo del avión Concorde en marzo del mismo año y que cambió la historia de la aviación al transportar pasajeros a la velocidad Mach 2.
Trabajará en Chile con dos grandes arquitectos: Emilio Duhart y posteriormente con Jorge Elton, con quien diseñará –entre 1948 y 1952– una de las obras icónicas del movimiento moderno chileno: el Hotel Antumalal en Pucón. Este proyecto fue uno de los pioneros en introducir la relación directa entre arquitectura construida y la arquitectura existente del paisaje, estableciendo una relación armónica donde el pasajero no solamente entiende el territorio que habita, sino que también su valor gracias a los recorridos y las vistas enmarcadas que ofrecen los distintos recintos del hotel. Todas las habitaciones, y de manera privada entre sí, miran al lago y su parque-bosque que fue diseñado y construido a lo largo de los años por sus dueños; el comedor incorpora parte del paisaje en su interior y, producto de su ubicación, brinda una espectacular vista no solamente al lago, sino a todo el territorio circundante y junto, a su terraza, permite establecer una relación directa con la naturaleza.
Dentro del programa arquitectónico del hotel, el recinto más simbólico y que lo hizo conocido a nivel nacional e internacional es el estar que se apoya en un pilar y que vuela sobre la pendiente a modo de trampolín, donde el muro de piedra queda atrapado entre el techo que vuela junto a su ventanal y el piso rojo que lo sujeta en el aire.
Un segundo proyecto a destacar y que le valió obtener el Premio Nacional de Urbanismo en 1971, siendo el primero en ganarlo en la historia de Chile, fue la Urbanización San Luis, ubicada en la comuna de Las Condes, proyecto que realizó para la Corporación de Mejoramiento Urbano llamada CORMU entre 1970 y 1975. Este megaproyecto urbano, que quedó a nivel de anteproyecto, contemplaba 1.500.000 metros cuadrados sobre una superficie de 180 hectáreas, un cuadrante comprendido entre Av. Américo Vespucio, Nuestra Señora del Rosario, Av. Kennedy y Manquehue con Los Militares.
El programa contemplaba un centro cívico, tres grandes áreas, una de equipamiento y dos habitacionales con distinta densidad; zonas de cultivos y arborización repartidas en toda la urbanización; escuelas públicas, comercio y edificios públicos; iglesias, gimnasios, policlínicos, una municipalidad, y servicios. Todo diseñado y proyectado al detalle con planos, perspectivas y especificaciones. De haberse concretado este proyecto habríamos pasado a ser un ejemplo mundial de urbanismo sustentable del que hoy tanto se debate y pide. El proyecto finalmente fue modificado en su totalidad y se diseñaron y construyeron bloques similares a lo largo de una pequeña franja paralela a Av. Presidente Riesco, de los cuales quedan algunos y el resto fue reemplazado por lo que hoy conocemos como Nueva Las Condes con edificios de oficinas y centros de negocios.
El proyecto más icónico de la obra de Eyquem será la casa en Portezuelo de Colina sobre la ladera de un cerro y que en aquella época miraba sobre un hermoso valle, hoy una zona industrial. Esta casa de 1980 era para el entomólogo Luis Peña. El proyecto contemplaba dos usos, vivienda unifamiliar y el instituto Juan Ignacio Molina, cumpliendo dos funciones en una. El partido general y que consiste en cómo quiero emplazar la casa, habla del territorio que van a habitar los usuarios. Una primera estrategia proyectual será entender las vistas y relaciones del paisaje como lo son el cerro La Campana y el cerro El Plomo. La casa se estructura sobre la base de 6 vigas Vierendeel que permiten que la planta quede absolutamente despejada para que yo disponga libremente dónde coloco los muros y los distintos recintos. Esto permite que se produzca un recorrido por medio de corredores y una rampa alrededor de un patio interior que, junto al trabajo de fachadas y techo, dejan entrar una luz direccionada a cada recinto. Producto de la altura de los marcos de vigas estructurales, la casa cuenta con un altillo. Este proyecto y gracias a su ubicación y poca difusión en la historia escrita de nuestra arquitectura, ha pasado a ser una suerte de mito y lugar de peregrinación para los más eruditos y busquillas de la arquitectura que la quieren conocer.
Nos encontramos frente a uno de los genios de nuestra arquitectura nacional e internacional, que junto al grupo de la Universidad Católica de Valparaíso se transformó en un ejemplo del pensamiento arquitectónico a partir de la palabra, el territorio y la poesía y cuyo logro más grande fuera que los expusieran como ejemplo en el museo de arte moderno de Nueva York, el MoMa.




